Antaño Cuba fantaseaba con las promesas de modernidad y progreso que alcanzaría en el año 2000. En el pasado quedarían las memorias del subdesarrollo y los vestigios de aquella nostálgica década de los 50, nadie se acordaría de esos coches antiguos que hoy siguen coloreando el deterioro. Una película de ciencia ficción había contagiado el imaginario colectivo, vaticinando una isla futurista e intocable, privilegiada por sus hallazgos científicos, y la alta tecnología al servicio del hombre nuevo.
Tras 16 años de la entrada al nuevo milenio, en pleno esplendor de la decadencia cubana, otras esperanzas llegaron del norte, renovando el estimulo de la imaginación y las especulaciones. La mirada internacional se puso a la cola esperando la apertura, como si fuera el primer día de rebajas de unos grandes almacenes.
¿Cómo será Cuba dentro de varias décadas? Papito Project hoy les trae como invitada a la dramaturga y directora teatral catalana Àngels Aymar, quien nos propone fantasear en un viaje en el tiempo, a la Cuba de los años 50 del futuro.
“CUBA 2050” (Relato: Àngels Aymar)
Un estruendo ensordecedor y terrorífico sacudió la isla. Era un sonido ronco, feroz, desproporcionado, como un grito hecho de muchas voces que sonaba como una sola. Un grito contenido demasiado tiempo que cuando se libera parece venido del más allá. No se sabe si fue breve o largo, porque estos fenómenos ocurren al margen del tiempo, pero a los habitantes de la isla les pareció, interminable.
Después, silencio.
Todo quedó inmóvil.
Los primeros en reaccionar fueron los más ancianos. Con la parsimonia que los caracterizaba, recogieron el resumen de sus vidas y abandonaron las ciudades, convencidos de que ya no se sentían con fuerzas suficientes, para aprender a vivir de otra manera.
Los jóvenes, impactados ante la posibilidad de vidas soñadas, permanecieron todavía algún tiempo en letargo pero luego empezaron a caminar con el único objetivo de mirar hacia adelante, imparables.
Entre los más ancianos y los jóvenes, hubo reacciones diversas. Para la mayoría no era fácil liberarse de la historia (no tenían la costumbre) y para algunos, aquello no era un inicio, ni un final.
Mientras el azul del mar se intensificaba, el horizonte ya no era un hito. Todas las líneas habían empezado a desdibujarse, también la fisonomía de la ciudad.
A contra luz, hileras de aviones como hormigas sobre la pista de llegada, barcos de todos los tamaños anclados como si reposaran sobre un tablero de ajedrez, trasiego de siluetas por las calles. Nuevos perfumes en el aire que eclipsaban la basta vegetación de la isla.
El taxista, enguantado, ya no recibía al forastero contándole la historia del país. La puerta del taxi se abría automáticamente y él se limitaba a sonreír por entre el vidrio que separaba sus respectivos asientos, sobre el cual, inmediatamente, se proyectaba un vídeo publicitario.
Se borraron de manera concluyente palabras que hasta entonces se habían repetido en exceso. No hubo que dictar ninguna ley para ello, ni tampoco para hacer desaparecer el rastro, por insignificante que fuera, de todo símbolo que no evocara el momento presente.
Incluso en las escuelas, los profesores estaban tan atareados en leer todo lo no leído, en recuperar lo ignorado, en esculpir a sus alumnos para formar parte del resto del mundo, que no cabía en su tiempo ningún lugar para viejos archivos.
Y la memoria se fue licuando con el sonido trepidante de la música y bajo los pies, nunca más descalzos, de quienes la bailaban.
Aquella noche, en el espectacular recinto de paredes y techos de cristal, se preparaba una glamurosa velada. Una gran fiesta presidida por las dos hermanas que gobernaban el país (en coalición y en un equilibrio casi perfecto). Iniciarían el acto con un discurso (brevísimo, por supuesto, porque síntesis era sinónimo de calidad) expresando su orgullo de pertenecer al lugar de la tierra más parecida al Paraíso.
Desde la distancia, las lechuzas observaban atentas.
Mientras, cada cual en su colmena, se preparaba para la excepcional ocasión…
Él se lava la cara y se acerca al espejo para observar las gotas deslizarse por sus mejillas. Lo hace desde que era pequeño, no sabe muy bien porqué, pero se queda embobado contemplando el sinuoso recorrido. Le parece como si llorara y sudara al mismo tiempo. Juega a transformar la expresión de su cara y con movimientos lentísimos, pasa de una máscara trágica a otra, mientras se imagina como un héroe en una lucha feroz, que resulta herido, que agoniza, que…
-¡Me voy a retrasar!
Tapa el espejo con la toalla. La idea de la muerte no tiene espacio en su día a día. Elige la camisa. Abotona pensamientos. Está un poco nervioso, su terreno es el campo de juego, el bate, las bases, las carreras, no se siente cómodo hablando en público y hoy deberá hacerlo.
Abre el cajón, los calcetines siempre desaparejados. Desde que le hicieron capitán del equipo, se había propuesto no volver a sucumbir al pliegue de la cadera de ninguna mujer. Pero entonces, ¿por qué le había enviado una invitación a ella? ¿Y por quien se estaba emperifollando, sino por ella?
Unas calles más allá…
Ella ha terminado de hacer la cama de la habitación 1313. Dobla una toalla al estilo japonés y la deja junto a una nota, en la cual desea a los clientes una buena estancia en la ciudad. Le dejarán una buena propina. La mayoría de estudiantes que vienen de Europa trabajan en hoteles, como hace ella, para costearse los masters.
Se siente afortunada porque además, forma parte del grupo en prácticas de uno de los descubrimientos que han revolucionado la medicina. A partir de un tipo de variante de la hoja del tabaco, que sólo se encuentra en la parte occidental de la isla, han detectado un hongo del que han extraído una sustancia que cura el cáncer y en concreto, el cáncer de pulmón.
Del bolsillo del delantal saca doblada la invitación y comprueba una vez más la hora. Cuando acabe su turno, irá a comprarse un vestido.
– Será un vestido translúcido, de tirantes inconstantes.
Piensa mientras se ve reflejada en la puerta metálica del ascensor.
Cuando el mar verdeaba, los escaparates de la avenida principal absorbían la imagen fugaz de los coches, lustrados, camino del recinto de cristal.
Dentro, los espejos multiplicaban las presencias y entre la efervescencia de los que creían vivir el brillo de un momento irrepetible, entre la euforia del éxito y la fiesta, los errores humanos se agitaban en las cocteleras.
Fuera, al otro lado de la calle, detrás de las persianas se intuía una silueta.
Por entre las rendijas, acecha. El balcón hace chaflán y ve la escena fragmentada, pero suficiente.
* Demasiadas encajadas de manos…
Un miedo antiguo le habita y es desconfiado y vengativo. Hay otros que como él, tampoco participan ni en esta fiesta, ni en ninguna. Evitan al máximo salir a la calle porque siempre se sienten vigilados. Se deslizan por las esquinas mirando al suelo para no coincidir con ninguna otra mirada. La carcoma del pasado forma a su alrededor una bruma imprecisa y para el resto de la gente, pasan completamente desapercibidos.
Pero, aquella noche, solo ellos percibieron el ulular de las lechuzas…
Cuando todo latía con más vitalidad que nunca, el sol, envidioso de tanto centelleo, decidió expandir sus lenguas de fuego y engullir la tierra.
Los humanos, ¡qué especie tan malograda!
Tantas capacidades, tanto empeño y tanta mezquindad. Todo aquello por lo que habían luchado, habían muerto y matado, amado y odiado, se aniquiló en un destello.
Pero dicen, que justo unos minutos antes, desde todos los rincones de la isla las lechuzas giraron la cabeza al unísono. En perfecta sincronía fijaron sus ojos de espejos hacia una misma dirección, rebotando el resplandor de la llamas hasta conseguir desviarlas.
Todos los hechos excepcionales son tan irrepetibles como inexplicables.
Desde entonces, un minúsculo planeta con una intensa luz transita por el universo y cuando se acerca a una galaxia, la hace bailar a su ritmo.
Actriz, dramaturga y directora de escena, ha escrito más de una veintena de obras de teatro un par de ellas sobre Cuba. LA INDIANA (Producida por el Teatro Nacional de Cataluña y Publicada por Proa en el 2007) propone un viaje al pasado de una mujer del siglo XIX vista por otra del siglo XXI. La obra se presentó en el 2009 en la Universidad de las Artes y las Letras de La Habana. En el 2010 Aymar exploró las consecuencias de los regímenes totalitaristas en las generaciones posteriores en SOLAVAYA, protagonizada por una familia de origen cubano establecida en los Pirineos franceses. La pieza se presentó en el Prelude Festival y en el Teatro del Repertorio Español en New York el mismo 2010.