Por Selene Perdomo /
Muchos descubrimos en Cuba al músico, compositor y arreglista Perez Prado en las viejas radios y tocadiscos de los abuelos. Aquellas diseñadas en los 40 que todavía en los 90 golpeábamos para recuperar su sintonía, o sobre el lomo de las más modernas marcas Siboney y la soviética Selena.
Infinitas son las bifurcaciones en los espacios del sonido, la mambomanía deriva en íntimas historias, en imaginario colectivo, identificación, bocinas lujuriosas del pasado rayando el disco de la memoria. El crach de un vinilo al que sacábamos brillo, fue el instrumento apéndice de la orquestación en el Mambo Nº5.
El 11 de diciembre de 2016 podría ser el centenario de un Domador que amaestraba el ritmo dejándole en libertad. Es fácil sentir la excitación que producían los metales de Jazz y sus gritos en el mambo volcando la esencia del más puro espíritu arrabalero, y que impuso con la elegancia de su padre, el refinado danzón. Tanto es así que en idioma Kilombo “Mambo” se traduce como “Conversación con los dioses”, pero ¿quién era ese interlocutor que les invocaba? Parece que fue el “Diablo”.
Entre las muchas conjeturas, la más convincente y oficial es que “El rey del Mambo” nació el 11 de diciembre de 1916, un año bisiesto que empezaba por sábado, el día más festivo de la semana. El apodado “Car’efoca” (Cara de Foca) se llamaba Dámaso, nombre de orígen griego Δάμασος “Domador”, supuestamente bautizado así porque en el calendario santoral es el día de San Dámaso. Más se sabe de su apodo a ciencia cierta que de su nacimiento, surgió en una grabación cuando Beny Moré, a su pregunta: “¿Quién inventó el mambo que me sofoca? contestó: “un chaparrito con car’efoca“
El diablo habló con los dioses, y en un acuerdo divino pusieron a bailar el planeta. “Diablo” es la expresión que utilizaba Arsenio Rodríguez para referirse al mambo, lo que discrepa con quienes afirman que su inventor fue Pérez Prado: “Para escribir sus primeros mambos, Dámaso se nutrió de los llamados “diablos” del conjunto del ciego maravilloso, portador de una notable capacidad de improvisación y donde se hacía una especie de contrapunteo que Arsenio llamaba masacote”. (El Veraz)
Mucho se difiere acerca de quién es el padre del mambo. Grandes figuras como la del Benny Moré lo han inmortalizado, sin embargo Israel Lopez Cahao está considerado como el co-creador del mambo, quien junto a Orestes Lopez su hermano, ya habían escrito una pieza llamada Mambo en 1937. Pero Perez Prado fue reconocido como el cubano matancero que revolucionó la música latinoamericana, y se ganó el indiscutible título de “El rey del mambo”, su música era descrita por la prensa como “escándalo bailable y sensual”.
En 1951, Gabriel García Marquez escribió: “Cuando el serio y bien vestido compositor cubano Dámaso Pérez Prado descubrió la manera de ensartar todos los ruidos urbanos en un hilo de saxofón, se dio un golpe de Estado contra la soberanía de todos los ritmos conocidos” (Publicado en el Diario El Heraldo)
También se interesó por él, el exquisito Alejo Carpentier enumerando una serie de virtudes del mambo: “3. Pérez Prado, como pianista de baile, tiene un raro sentido de la variación, rompiendo con esto el aburrido mecanismo de repeticiones y estribillos que tanto contribuyó a encartonar ciertos géneros bailables antillanos. 4. Todas las audacias de los ejecutantes norteamericanos de jazz, han sido dejadas muy atrás por lo que Celibidache llama “el más extraordinario género de música bailable de este tiempo”.
El rey del mambo, es una de las 200 personalidades que el Centro de Estudios Migratorios de México, incluyó en su edición “Mexicanos que nos heredó el mundo” como una de las figuras más notables por su inapreciable constribución a la cultura mexicana.
Dámaso, quien fue mexicano por decisión propia, acogiéndose en la década de los 80 a la nacionalidad de la tierra donde consumó su maestría y libertad creativa, fue censurado sin embargo, cuando el gobierno mexicano se atravesó en su libre albedrio prohibiéndole interpretar el himno nacional a ritmo de mambo, e incluso cuentan que fue deportado. Esta leyenda urbana contrasta con otra hipótesis: las posibles diferencias políticas podrían haberle ausentado del país, existen muchas imprecisiones al respecto.
Es en el México de finales de los 40 donde funda la orquesta que imprimió nombres de la talla de Benny Moré, Mongo Santamaría, Patato Valdés, Ray Barreto, Johnny Pacheco, Ren Bloch, Cándido, Maynard Ferguson, Shorty Rogers, Doc Severinsen, etc.
Unos años antes de México, cuando Dámaso se trasladó de Matanzas a la Habana, el cantante “Cascarita” lo introdujo en la Orquesta Casino de Playa, una cosa llevó a la otra, (sin precisiones cronológicas en el orden de los factores) en un corto pero relevante período, Perez Prado se sentó al piano de la Sonora Matancera, donde también fue arreglista. Sus extraordinarios solos al piano fueron alabados y famosos desde el boca a boca de la vida nocturna que tiene su simil en las epidemias, y más tarde difundidos en el mundo entero. Si bien su esplendor estaba volcado en la música popular, una exquisita base provenía de su formación en órgano y piano clásico, de la mano de su maestro y referente Rafael Somavilla.
Nombres importantes de la música tienen una relación directa o indirecta con Pérez Prado, hizo orquestaciones para el violinista catalán Xavier Cugat (El rey de la Rumba) en el tema “Dice mi gallo”, para Miguelito Valdés en “Negro soy” y hasta compuso un tema dedicado a Marilyn Monroe.
El gran Peréz Prado tuvo una vida artística plena, recibió por la Asociación de Críticos Norteamericanos el nombramiento de la orquesta más popular del año 1955 y su discográfica RCA Víctor le premió con el Disco de Oro por el fabuloso tema “Cerezo rosa”, el cual escaló al número uno del “Billboard chart” estadunidense a lo largo de 26 semanas, convirtiéndose en el primer artista de la historia de la música latina en conseguirlo. Con su Jazz Band Latino conquistó los mejores escenarios del mundo, su música fue banda sonora en películas de Clint Eastwood, Fellini, Alejandro Jodorowsky, Pedro Almodóvar, etc. Y qué decir de la Suite exótica de las Américas, que creó por encargo de la RCA en Japón y que exaltaba el carácter de las músicas del continente en una composición sinfónica.
Según la investigadora Marquetti, fue grabado bajo la producción de Herman Díaz Jr en el Webster Hall de Nueva York el 16 de abril de 1962 en una sesión que duró cuatro horas. Pérez Prado dirigió la gran orquesta integrada en su mayoría por músicos norteamericanos. Su estructura, de concierto sinfónico, sin dudas, incluía 7 movimientos, entre ellos: Tema de dos mundos, Amoha, Criollo, Uamanna Africano y Blues in C Major.
Un 11 de diciembre como cualquier otro posible día de su nacimiento, me gustaría escribir un poema en su nombre. Ya lo hizo de forma sublime Fellini, un gran poeta del cine, en su película Dolce Vita incluyendo en su banda sonora “Patricia” un tema que obsesionó positivamente al músico, quien lo grabó y regrabó en repetidas ocasiones. Marcelo Mastroniani acompañado por Pérez Prado, es una de las tantas conexiones memorables que existen con el gran Dámaso, sea el diablo o dios, está en todas partes: indomable, reinando.