Hace 2 años estuvimos transmitiendo desde la actuación de Oscar D’León en la sala Barts. Una noche delirante y emotiva en la que pudimos entrar en las tripas de la sala, para contarles lo sucedido.
Dos años después, el 14 de agosto de 2016, el Latin Jazz Barcelona Festival, ofrecerá en el Teatro Principal de Barcelona (Ramblas, 27) a las 21h, el retorno de “El diablo de la salsa”. El evento anuncia el acontecimiento musical con estos titulares: “Oscar D’Leon y su orquesta desde Venezuela + Tromboranga Salsa & Latin Jazz Barcelona Festival 2016”
Después de tantas emociones provocadas por El Sonero del Mundo, unas horas después del 26 de julio de 2014, escribí de madrugada esta reseña que hoy ha revivido el sueño de aquellas horas históricas. El tiempo es veloz o eterno, hoy Venezuela sigue en los titulares, Cuba cíclicamente está de moda, la música aun nos une, Oscar D’León regresa “Como un Volcán” y sé que con su “Llorarás”, volverá a encogernos el corazón.
Un 26 de julio de 2014, Oscar de León un antídoto para las diferencias
Nací del mestizaje de una madre cubana y un padre venezolano, mi relación con ambos progenitores, es un paralelismo de la que he mantenido con las dos naciones, y en este momento del periplo vivo en España, donde hace unos años, soy burocráticamente, ciudadana Española. No hay nada de extraordinario en mi caso, sobre todo en los últimos años en los que la actualidad mundial, ha sido testigo de la alianza mimética Venezuela Cuba, y de la prolífera inmigración cubana en Venezuela.
Y ustedes dirán, y Oscar D’ León qué pinta en todo esto? Tiene que ver tanto como el cantante Kurt Cobain de Nirvana, todo tiene que ver, aunque no todo vale.
Soy una de esos tantos cubanos venezolanos del planeta, sin embargo, en la década de los 70 un matrimonio mixto en Cuba, era una circunstancia atípica. En mis primeros años de nacida en la Habana, las hibridaciones de familias de nacionalidades distintas, eran escasas y censuradas extra oficialmente, a pesar de ciertos privilegios de los que gozaba la condición de ser familia directa de un extranjero. Sin embargo, hubo en Cuba una pequeña comunidad venezolana afincada y comprometida ideológicamente. De mis panas vecinos del barrio, guardo una memoria infantil entrañable, hasta que antes de mi adolescencia, se marcharan masivamente.
Mucho se ha hablado en la prensa internacional, de la relación económica y política entre ambos países. También, una imagen de la bandera cubana quemada por manifestantes venezolanos, reflejaba la indignación y descontento de una gran parte de la nación, ofuscada con la injerencia cubana en los asuntos internos de la república Bolivariana. Esta quema de un símbolo, hirió la sensibilidad de una parte de los cubanos o suscitó la responsabilidad y solidaridad de otros. Pero había algo realmente importante y funesto que ninguno quiso obviar, la violencia asestada por las fuerzas represivas y el insólito derramamiento de sangre de nuestros hermanos venezolanos y sus jóvenes. Esto infundía el terror, en una sociedad que en su ideología proclamaba ser justa. Sentí un enorme dolor, repugnancia, vergüenza, pánico. Sobre todo mi racionalidad no pasaba por las telas patrióticas, ni se dejaba llevar por sentimientos nacionalistas de pertenencia. Esa licencia no se me permite, cuando se trata de derechos humanos, y cuando personas en medio de la desesperación, necesitan arremeter contra un culpable inmediato, porque no hay cabida para discernir en sus circunstancias. Otra vez, como a lo largo de la historia de la humanidad, habíamos sido enfrentados, manipulados y divididos. Otra vez los afectados: el pueblo.
La noche del pasado sábado del 26 de julio, fecha asociada al histórico asalto al cuartel Moncada en Santiago de Cuba. En territorio neutral, Barcelona fotografiaba a un frenético y vital Oscar de León, bailando y seduciendo a las apasionadas féminas y ensalzando el arquetipo caribeño. La voz del Sonero, recolectó las prendas íntimas femeninas más vulnerables de la pista. Ellas hipnotizadas, dejaban que el Faraón se sirviera, y degustara cuántos labios y carne encontraba a su paso.
Reconozco que no pude evitar que mis voltajes de feminismo y prejuicios se dispararan, pero me reprimo de hacer uso de moralinas baratas y no soy quien, para estas letras dedicarlas a la eterna cuestión del género en latino América. Las allí presentes estaban haciendo uso de su libertad, y lo que presencié, eran síntomas de felicidad y alegría compartida.
Voy a concentrarme entonces en resaltar al poder de la música, a la reafirmación de estar presente ante una de las figuras más influyentes de la música latinoamericana del siglo XX y su extraordinaria continuidad en el XXI. El gran Oscar, y la sonoridad de una impecable agrupación de talentos jóvenes y veteranos, con maestría ejecutaron memorablemente, la fuerte influencia del latín jazz, el bolero, la guaracha, el mambo y el son cubano, en su salsa brava.
Debo dedicar y agradecer al maestro Oscar De León, un hecho generoso por encima de todas las cosas, y el motivo de comenzar escribiendo de esta forma. Él y su música consiguieron dejar atrás las diferencias destructivas. El cantante profesaba su devoción por la música de la isla y el pueblo cubano, junto a su amor incondicional por su tierra natal, Venezuela. Por encima de ideologías, estuvo el arte, y no fueron las únicas regiones a las que dedicó su concierto, la música era para todos en igualdad de condiciones. Esa noche en la sala BARTS de Barcelona, ambas banderas convivieron y danzaron, una vez más la milagrosa música, nos había unificado en su lenguaje universal. En un acto de buena voluntad y fe, echemos leña a la utopia, que sin ella, vamos perdidos.
Seguimos transmitiendo “Más Que Cultura”.
by Selene Perdomo Chacón
¡Hermoso artículo querida Selene!, encantadoras pinceladas de biografía, y de varios aspectos contrastando armoniosamente con lo mejor de esta publicación: la gustadísima música de este gran músico, con quien he tenido el gusto de trabajar en Bilbao… ¡impresionante, espectacular!
Un abrazo amiga.